martes, 18 de noviembre de 2008

DEMOCRACIA Y RESENTIMIENTO

La democracia y el resentimiento deberían aparecer como antónimos en el diccionario. Esta es una idea que me ronda por la cabeza desde hace tiempo, pero hasta hoy nunca la había verbalizado. Hace treinta años decidimos que la paz social solo era posible porque estamos dispuestos a resolver los conflictos mediante el derecho, y a repartir el poder mediante la política, cuya máxima expresión es la soberanía popular. Esto necesariamente implica que el monopolio de la fuerza legítima recae en el estado, que solo podrá ejercerla por los cauces establecidos. Pero estos, no dejan de ser como las grandes tuberías de una megalópolis: en ocasiones, pueden producirse fugas. El resentimiento, es una de ellas, es un pequeño brote de violencia que se escapa por los poros del sistema, y cuando la fuga es demasiado grande existe un riesgo para la salud democrática.

Hoy he tenido la oportunidad de asistir con alto grado de estupefacción a un arrebato absolutamente desproporcionado del Concejal Torre. Quien más o quien menos, habrá escuchado hablar del mal carácter del personaje en cuestión, e incluso a escuchar rumores (no se con que grado de veracidad) de la causa patológica de los mismos. Pero, en fin, no es mi intención en este comentario, emitir juicios de valor sobre las formas habituales del Concejal Torre en su trato con los vecinos que le manifiestan su desacuerdo, o a contribuir a alimentar los rumores sobre su estado de salud. Más bien al contrario, mi intención es dar algunas pinceladas sobre mi concepción de la política municipal, la cual, por su cercanía a los ciudadanos puede tener un gran atractivo, o por el contrario, convertirse en un zulo viciado por la endogamia pueblerina, el neocaciquismo y la soberbia propia de quienes establecen relaciones basadas en las categorías conceptuales amigo/enemigo; prevenda/castigo y participación/aislamiento.

No obstante, por fuerza he de referirme a los hechos que me llevan a poner por escrito esta reflexión, y me veo obligado a valorarlos en su justa medida con el fin de sacar algunas conclusiones de interés para la política de Camargo. No podemos olvidar el perfil público del protagonista de los mismos, por tratarse del Secretario General de Acap y a su vez concejal del equipo de gobierno. El incidente al que hago referencia, tuvo lugar durante la entrevista, que dos vecinos mantuvieron con el Concejal Torre a la que acudí en calidad de representante (en este caso debido a una relación familiar y no profesional), cuya duración fue inferior a tres minutos, ya que el Concejal Torre decidió darla por finalizada por el simple hecho de constatar que no existía acuerdo y sin dar la posibilidad a los vecinos de exponer los argumentos que motivaban la falta del mismo, recurrió a fórmulas tales como: “¡pues ahora os voy a pasar una buena receta”!; “¡no tengo porqué escuchar nada!”, con un tono más cercano al de un sargento de la policía franquista que al de un concejal elegido democráticamente para representar a todos los ciudadanos. Mucho más cercano al de un patrón decimonónico que al de una persona que por la naturaleza política de su cargo, tiene la obligación moral de escuchar, que no obedecer, a los ciudadanos que pretenden plantearle sus problemas, sean estos los que sean, y con independencia de los argumentos que empleen en la defensa de sus posiciones.

Tal vez, debería haber empezado este comentario por el final, porque al menos para mi, resulta descriptivo un hecho aparentemente irrelevante, que es la burla manifiesta del concejal ante la pregunta de un vecino que pensaba que el ayuntamiento por ser el lugar donde físicamente se gestiona la voluntad de los ciudadanos, tenía a la disposición de estos un libro de reclamaciones. El objetivo del vecino era dejar constancia del mal trato recibido por parte de uno de sus representantes.Un hecho como este es significativo, ya que denota el desprecio que el Concejal Torre siente hacia los ciudadanos que de buena fé acuden al Ayuntamiento para solucionar sus controversias. Al Concejal Torre, no le gustan las personas normales, que pueden manifestar desconocimiento sobre asuntos que para él son del día a día. Al ciudadano Torre, le provocan risa las personas normales, porque tal vez, con su comportamiento llano le recuerdan su anormalidad, entendida esta como hallarse fuera de la norma. Y la norma, para un político, es no encerrarse en una espiral de acción/reacción que comienza su trayectoria siempre con una misma secuencia: alguien plantea un problema, soy incapaz de resolverlo, no asumo mi incompetencia, reacciono de forma violenta, genero rechazo, el problema persiste. Este es el esquema mental que rige las actuaciones del Concejal Torre.

Para mí, en política gana quien suma y no quien mediante una pretendida superioridad aleja de si los problemas que es incapaz de resolver. La seguridad tiene un indudable atractivo, pero quien pretenda aparentarla por exceso pone de relieve las carencias que pretende enmascarar.Desde luego mi intención no es mirar demasiado la bola, porque aquellos que lo hacen se hinchan a comer cristales, pero negro futuro político le adivino a quien no ha sido capaz a estas alturas de comprender cuales son las reglas del juego.
ALBERTO BOLADO DONIS

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